Departamento de Liturgia del Arzobispado de Santiago
 
 
 
Lectio Divina - Preparando la Eucaristía Dominical
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I. PREPARÉMONOS PARA EL ENCUENTRO CON EL SEÑOR:

Oración Inicial:

Iniciemos esta lectura orante con el Señor, rezando el salmo 22

Antífona

R/. Decid a los invitados: “Tengo ya preparado el banquete, venid a las bodas”, Aleluya.

El Señor es mi pastor, nada me falta; en verdes praderas me hace recostar;

me conduce hacia fuentes tranquilas y repara mis fuerzas; me guía por el sendero justo, por el honor de su nombre.

Aunque camine por cañadas oscuras, nada temo, porque tú vas conmigo: tu vara y tu cayado me sosiegan.

Preparas una mesa ante mí enfrente de mis enemigos; me unges la cabeza con perfume, y mi copa rebosa.

Invocación al Espíritu Santo

Espíritu de vida, de la vida sin fronteras,

ven y condúceme hasta los pastos abundantes

donde tu Palabra quiera conducirme,

hasta las fuentes que has preparado para mí;

para que yo me sacie de tu presencia

y goce con la sobreabundancia de tus dones.

Amén.

II. OREMOS CON LA PALABRA DE DIOS:

LECTURA (Lectio): ¿Qué dice la Palabra?

Jesús muestra a los que lo escuchaban que no es suficiente el compromiso solo verbal, sino que este debe ser acompañado por una actitud en las acciones.

Texto bíblico: Mt 21, 28-32

MEDITACIÓN (Meditatio): ¿Qué me dice la Palabra?

¿Realizamos de corazón la voluntad de Dios? ¿Qué actitudes personales nos apartan de la voluntad de Dios? ¿Confiamos en que actuar de acuerdo a la voluntad de Dios nos ayuda en nuestras vidas?

ORACIÓN (Oratio): ¿Qué le digo a Dios con esta Palabra? 

Pidámosle al Padre que nos dé la fuerza para superar todo aquello que nos impide hacer su voluntad. Confiemos en que él nos escuchará con un oído de Padre.

CONTEMPLACIÓN (Contemplatio): Gusta a Dios internamente en tu corazón.

Recreemos la parábola y su enseñanza. En silencio, proyectemos lo que ella nos sugiere para practicarlo en nuestra vida diaria.

III. PROFUNDICEMOS CON LOS PADRES DE LA IGLESIA

Comienza la carta de san Policarpo, obispo y mártir, a los filipenses.

ESTÁIS SALVADOS POR GRACIA.

Policarpo y los presbíteros que están con él a la Iglesia Dios que vive como forastera en Filipos: Que la misericordia y la paz, de parte de Dios todopoderoso y de Jesucristo, nuestro salvador, os sean dadas con toda plenitud.

Sobremanera me he alegrado con vosotros, en nuestro Señor Jesucristo, al enterarme de que recibisteis a quienes son imágenes vivientes de la verdadera caridad y de que asististeis, como era conveniente, a quienes estaban cargados de cadenas dignas de los santos, verdaderas diademas de quienes han sido escogidos por nuestro Dios y Señor. Me he alegrado también al ver cómo la raíz vigorosa de vuestra fe, celebrada desde tiempos antiguos, persevera hasta el día de hoy y produce abundantes frutos en nuestro Señor Jesucristo, quien, por nuestros pecados, quiso salir al encuentro de la muerte, y Dios lo resucitó, rompiendo las ataduras de la muerte. No lo veis, y creéis en él con un gozo inefable y transfigurado, gozo que muchos desean alcanzar, sabiendo como saben que estáis salvados por su gracia, y no se debe a las obras, sino a la voluntad de Dios en Cristo Jesús.

Por eso, estad interiormente preparados y servid al Señor con temor y con verdad, abandonando la vana palabrería y los errores del vulgo y creyendo en aquel que resucitó a nuestro Señor Jesucristo de entre los muertos y le dio gloria, colocándolo a su derecha; a él le fueron sometidas todas las cosas, las del cielo y las de la tierra, y a él obedecen todos cuantos tienen vida, pues él ha de venir como juez de vivos y muertos, y Dios pedirá cuenta de su sangre a quienes no quieren creer en él.

Aquel que lo resucitó de entre los muertos nos resucitará también a nosotros, si cumplimos su voluntad y caminamos según sus mandatos, amando lo que él amó y absteniéndonos de toda injusticia, de todo fraude, del amor al dinero, de la maldición y de los falsos testimonios, no devolviendo mal por mal, o insulto por insulto, ni golpe por golpe, ni maldición por maldición, sino recordando más bien aquellas palabras del Señor, que nos enseña: No juzguéis, y no os juzgarán; perdonad, y seréis perdonados; compadeced, y seréis compadecidos. La medida que uséis la usarán con vosotros. Y: Dichosos los pobres y los perseguidos, porque de ellos es el reino de Dios.

Padre nuestro

Oración

Oh Dios, que manifiestas especialmente tu poder con el perdón y la misericordia, infunde siempre sobre nosotros tu gracia, para, que deseando lo que nos prometes, consigamos los bienes del cielo. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.


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