En este último domingo de septiembre, nuestras calles se visten de alegría con las procesiones de la Virgen del Carmen. La invitación es a orar por la patria de la mano de nuestra Madre y protectora, la Reina de Chile.
Tenemos tanto que pedirle, tenemos tanto que poner en sus manos, los estudiantes, los trabajadores, la familia, nuestros ancianos, podríamos hacer una lista interminable.
Le queremos pedir que ella nos presente ante su Hijo para ser dignos del nombre de cristianos y desechar de nosotros todo aquellos que desdiga ese nombre.
El Evangelio de hoy nos invita a ser hijos que acogen la voluntad del Padre en el corazón, a tener la actitud del hijo que en la parábola se arrepiente y, a pesar de su primera negativa, recapacita y parte a trabajar en la viña.
En este último domingo de septiembre cuando ya se apagan los ecos de la fiesta ciudadana, oremos por Chile para que con Jesucristo y con la ayuda de nuestra Señora del Carmen, hagamos de nuestras vidas una vida de servicio, entrega y humildad, de cuidado y respeto al débil y al indefenso.
Hagamos grande a Chile, ofrezcamos nuestras vidas y amemos a Dios en nuestros hermanos; que nuestros corazones estén siempre abiertos y dispuestos a decirle sí al Padre, y que nuestro sí al Señor se traduzca en una vida consecuente, para que el testimonio de nuestra fe vivida atraiga a muchos al seno de la Iglesia y que el mundo pueda reconocer en nuestras vidas la bondad salvadora del Señor, nuestro Dios.