I. PREPARÉMONOS PARA EL ENCUENTRO CON EL SEÑOR:
Oración Inicial:
Iniciamos el encuentro con el Señor, orando con el Salmo 15.
Antífona
R/. Me saciarás de gozo en tu presencia, Señor. Aleluya.
Protégeme, Dios mío, que me refugio en ti; yo digo al Señor: «Tú eres mi bien». Los dioses y señores de la tierra no me satisfacen.
Multiplican las estatuas de dioses extraños; no derramaré sus libaciones con mis manos, ni tomaré sus nombres en mis labios.
El Señor es mi heredad y mi copa; mi suerte está en tu mano: me ha tocado un lote hermoso, me encanta mi heredad.
Bendeciré al Señor, que me aconseja, hasta de noche me instruye internamente. Tengo siempre presente al Señor, con él a mi derecha no vacilaré.
Por eso se me alegra el corazón, se gozan mis entrañas, y mi carne descansa serena. Porque no me entregarás a la muerte, ni dejarás a tu fiel conocer la corrupción.
Me enseñarás el sendero de la vida, me saciarás de gozo en tu presencia, de alegría perpetua a tu derecha.
Invocación al Espíritu Santo
Espíritu de Dios, llena mi vida,
Llena mi alma, llena mi ser.
Lléname, lléname, con tu presencia,
lléname, lléname, con tu poder,
lléname, lléname, con tu bondad.
Espíritu de Dios, sana mi vida.
Espíritu de Dios, guía mi vida.
Amén.
II. OREMOS CON LA PALABRA DE DIOS:
LECTURA (Lectio): ¿Qué dice la Palabra? Jesús advierte a los que lo escuchan
sobre los escribas, quienes gustan de ser reconocidos y aparentar. Al mismo tiempo, alaba a una humilde viuda que deposita en el Templo una pequeña ofrenda.
Texto bíblico: Mc 12, 38-44
MEDITACIÓN (Meditatio): ¿Qué me dice la Palabra? ¿Cuándo nos comprometemos, ponemos condiciones, o damos todo lo que podemos? ¿Somos conscientes que a pesar de nuestra pobreza, humana y material, podemos dar más de lo que damos al Señor?
ORACIÓN (Oratio): ¿Qué le digo a Dios con esta Palabra? Pidamos al Padre su ayuda para dar todo lo que tenemos al servicio de Su voluntad, la que reconocemos en su Palabra.
CONTEMPLACIÓN (Contemplatio): Gusta a Dios internamente en tu corazón.
En silencio, sentémonos junto a Jesús y escuchemos su voz que nos habla sobre las apariencias y la humildad.
III. PROFUNDICEMOS CON LOS PADRES DE LA IGLESIA
De la Homilía de un autor del siglo segundo
PERSEVEREMOS EN LA ESPERANZA
Hermanos míos, hagamos la voluntad del Padre que nos ha llamado y esforcémonos por vivir ejercitando la virtud con el mayor celo; huyamos del vicio como del primero de nuestros males y rechacemos la impiedad, a fin de que el mal no nos alcance. Porque si nos esforzamos en obrar el bien lograremos la paz. La razón por la que algunos hombres no alcanzan la paz es porque se dejan llevar por temores humanos y posponen las promesas futuras a los gozos presentes. Obran así porque ignoran cuán grandes tormentos están reservados a quienes se entregan a los placeres de este mundo y cuán grande es la felicidad que nos está preparada en la vida eterna, y si ellos fueran los únicos que hicieran esto, sería aún tolerable; pero el caso es que no cesan de pervertir a las almas inocentes con sus doctrinas depravadas, sin darse cuenta que de esta forma incurren en una doble condenación: la suya propia y la de quienes los escuchan. Nosotros, por tanto, sirvamos a Dios con un corazón puro y así seremos justos; porque si no servimos a Dios y desconfiamos de sus promesas, entonces seremos desgraciados. Se dice, en efecto, en los profetas: Desdichados los de ánimo doble, los que dudan en su corazón, los que dicen: «Todo esto hace tiempo que lo hemos oído, ya fue dicho en tiempo de nuestros padres; hemos esperado, día tras día, y nada de ello se ha realizado.» ¡Oh insensatos! Comparáos con un árbol; tomad, por ejemplo, una vid: primero se le cae la hoja, luego salen los brotes, después puede contemplarse la uva verde, finalmente aparece la uva ya madura. Así también mi pueblo: primero sufre inquietudes y tribulaciones, pero luego alcanzará la felicidad.
Por tanto, hermanos míos, no seamos de ánimo doble, antes bien perseveremos en la esperanza a fin de recibir nuestro galardón, porque es fiel aquel que ha prometido dar a cada uno según sus obras. Si practicamos, pues, la justicia ante Dios, entraremos en el reino de los cielos y recibiremos aquellas promesas que ni el ojo vio, ni el oído oyó, ni vino a la mente del hombre.
Estemos, pues, en todo momento en expectación del reino de Dios, viviendo en la caridad y en la justicia, pues desconocemos el día de la venida del Señor. Por tanto, hermanos, hagamos penitencia y obremos el bien, pues vivimos rodeados de insensatez y de maldad. Purifiquémonos de nuestros antiguos pecados y busquemos nuestra salvación arrepintiéndonos de nuestras faltas en lo más profundo de nuestro ser. No adulemos a los hombres ni busquemos agradar solamente a los nuestros; procuremos, por el contrario, edificar con nuestra vida a los que no son cristianos, evitando así que el nombre de Dios sea blasfemado por nuestra causa.
Padre nuestro
Oración
Dios Omnipotente y misericordioso, aparta de nosotros todos los males, para que, bien dispuesto nuestro cuerpo y espíritu, podamos libremente cumplir tu voluntad. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.