Obispo y mártir
29 de diciembre

Nació hacia el año 1118 en Londres.
Murió asesinado, el 29 de diciembre de 1170 en la catedral de Canterbury (Inglaterra).

Hijo de familia normanda (los normandos habían conquistado Inglaterra unos cincuenta años antes). Estudió en París y luego, cuando su madre había muerto, regresó a su país. A los veinticinco años se hace clérigo del arzobispo de Canterbury, Teobaldo. Luego va a Roma, Bolonia y a Auxerre, donde toma clases de Derecho. En 1154 fue nombrado canciller durante el reinado de Enrique II. Gozó de los favores del rey durante siete años, apoyando asimismo sus intereses. Participó en la guerra del rey contra Luis VII de Francia. En 1162 fue ordenado sacerdote y obispo para asumir la sede arzobispal de Canterbury. Al recibir el sacramento del orden, dejó la cancillería real y presintió las violentas hostilidades del rey. Como obispo, se opuso siempre, incluso quedándose sin compañía ni apoyo de los demás obispos, a las reivindicaciones reales en contra de la Iglesia. Siempre defendió la libertad de la Iglesia. Por ello, Tomás fue convocado al sínodo de Northampton (1164) y fue condenado por su desobediencia al rey; amenazado de destitución, se refugia en un monasterio en Sens. Vuelto a su país, es asesinado en su propia catedral por sicarios enviados por el obispo de Londres, Gilbert Foliot, su principal enemigo, que era partidario de las prerrogativas reales.

Su muerte heroica produjo la reconciliación del rey de Inglaterra con la Iglesia romana, con el rey de Francia, con la Iglesia de Canterbury y sus exiliados.

Para reflexionar: “En la consagración prometimos ser solícitos en el deber de enseñar, de gobernar y de ser más diligentes en el cumplimiento de nuestra obligación, y así lo profesamos cada día con nuestra boca; pero ¡ojalá que la fe prometida se desarrolle por el testimonio de las obras!”