Departamento de Liturgia del Arzobispado de Santiago
 
 
 
Lectio Divina - Preparando la Eucaristía Dominical
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I. PREPARÉMONOS PARA EL ENCUENTRO CON EL SEÑOR:

Oración Inicial:

Iniciamos el encuentro con el Señor, orando con el Salmo 17, 31-51.

Antífona

R/. La promesa del Señor es escudo para los que a ella se acogen.

Perfecto es el camino de Dios, acendrada es la promesa del Señor, él es escudo para los que a él se acogen.

¿Quién es dios fuera del Señor? ¿Qué roca hay fuera de nuestro Dios? Dios me ciñe de valor y me enseña un camino perfecto;

él me da pies de ciervo y me coloca en las alturas; él adiestra mis manos para la guerra, y mis brazos para tensar la ballesta.

Invocación al Espíritu Santo

Oh Espíritu Santo,

amor del Padre, y del Hijo,

inspírame siempre

lo que debo pensar,

lo que debo decir,

cómo debo decirlo,

lo que debo callar,

cómo debo actuar,

lo que debo hacer,

para gloria de Dios,

bien de las almas

y mi propia santificación.

Espíritu Santo,

dame agudeza para entender,

capacidad para retener,

método y facultad para aprender,

sutileza para interpretar,

gracia y eficacia para hablar.

Dame acierto al empezar,

dirección al progresar

y perfección al acabar.

Amén.

II. OREMOS CON LA PALABRA DE DIOS:

LECTURA (Lectio): ¿Qué dice la Palabra? Jesús manifiesta a los discípulos quien no está contra ellos está con ellos. 

Texto bíblico: Mc 9, 38-43. 45. 47-48

MEDITACIÓN (Meditatio): ¿Qué me dice la Palabra? ¿Mi comportamiento o mis palabras, han llevado a alguna persona a alejarse de Jesús? ¿Qué cosas estoy dispuesta o dispuesto a dejar o sacrificar para vivir más cerca de Dios? ¿Qué me producen las palabras de Jesús dice?  

ORACIÓN (Oratio): ¿Qué le digo a Dios con esta Palabra? Pidamos al Señor que su gracia no haga capaces de entregarnos por entero a su misión y que nuestro comportamiento no aparte a nadie de Cristo.

CONTEMPLACIÓN (Contemplatio): Gusta a Dios internamente en tu corazón.

Releamos el texto del evangelio y escuchemos lo que sus palabras producen en nuestros corazones.

III. PROFUNDICEMOS CON LOS PADRES DE LA IGLESIA

De la carta de san Policarpo, obispo y mártir, a los Filipenses

CRISTO NOS HA DEJADO UN MODELO EN SU PROPIA PERSONA.

Que los presbíteros tengan entrañas de misericordia y se muestren compasivos para con todos, tratando de traer al buen camino a los que se han extraviado; que visiten a los enfermos, que no descuiden a las viudas, a los huérfanos y a los pobres, antes bien, que procuren el bien no sólo ante Dios, sino también ante los hombres; que se absten­gan de toda ira, de toda acepción de personas, de todo juicio injusto; que vivan alejados del amor al dinero, que no se precipiten creyendo fácilmente que los otros han obrado mal, que no sean severos en sus juicios, teniendo presente que todos estamos inclinados al pecado.

Si, pues, pedimos al Señor que perdone nuestras ofensas, también nosotros debemos perdonar a los que nos ofenden, ya que todos estamos bajo la mirada de nuestro Dios y Señor y todos hemos de comparecer ante el tribunal de Dios para que cada cual dé cuenta a Dios de sí mismo. Sirvámosle, por tanto, con temor y con gran respeto, según nos mandaron tanto el mismo Señor como los apóstoles, que nos predicaron el Evangelio, y los profetas, quienes de antemano nos anunciaron la venida de nuestro Señor; busquemos con celo el bien, evitemos los escándalos, apartémonos de los falsos hermanos y de aquellos que llevan hipócritamente el nombre del Señor y arrastran a los insensatos al error.

Todo el que no reconoce a Jesús, que ha venido en la carne, no es de Dios, es del anticristo, y el que no confiesa el testimonio de la cruz procede del diablo, y el que interpreta falsamente las sentencias del Señor según sus propias concupiscencias y afirma que no hay resurrección ni juicio, ese tal es el primogénito de Satanás. Por consiguiente, abandonemos los vanos discursos y falsas doctrinas que muchos sustentan y volvamos a las enseñanzas que nos fueron transmitidas desde el principio; seamos sobrios para entregarnos a la oración, perseveremos constantes en los ayunos y supliquemos con ruegos al Dios que todo lo ve a fin de que no nos deje caer en la tentación, porque, como dijo el Señor, la voluntad está pronta, pero el cuerpo es débil.

Mantengámonos, pues, firmemente adheridos a nuestra esperanza y a Jesucristo, prenda de nuestra justicia; él cargado con nuestros pecados subió al leño, y no cometió pecado ni encontraron engaño en su boca, y por nosotros, para que vivamos en él, lo soportó todo. Seamos imitadores de su paciencia y, si por causa de su nombre tenemos que sufrir, glorifiquémoslo; ya que éste fue el ejemplo que nos dejó en su propia persona y esto es lo que nosotros hemos creído.

Padre nuestro

Oración

Oh Dios, que manifiestas especialmente tu poder con el perdón y la misericordia, infunde siempre sobre nosotros tu gracia, para que, deseando lo que nos prometes, consigamos los bienes del cielo. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.


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