Departamento de Liturgia del Arzobispado de Santiago
 
 
 
Eucaristía del Sábado 26 de Noviembre de 2022
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Sábado de la trigesimocuarta semana del tiempo ordinario
Común de la Virgen María
Propuesta celebrativa
Color: blanco

Antífona de entrada 

Te saludamos, santa Madre de Dios, porque diste al mundo al Rey que gobierna para siempre el cielo y la tierra. 

ORACIÓN COLECTA 

Señor Dios, concédenos gozar de la salud del alma y del cuerpo y, por la intercesión de la santísima Virgen María, líbranos de las tristezas de este mundo y danos la eterna alegría. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo, y es Dios, por los siglos de los siglos. 


PRIMERA LECTURA

No existirá la noche, porque el Señor los iluminará.

Lectura del libro del Apocalipsis    21, 2; 22, 1-7

Yo, Juan, vi la Ciudad santa, la nueva Jerusalén que descendía del cielo y venía de Dios, embellecida como una novia preparada para recibir a su esposo.

Después el Ángel me mostró un río de agua de vida, claro como el cristal, que brotaba del trono de Dios y del Cordero, en medio de la plaza de la Ciudad. A ambos lados del río, había árboles de vida que fructificaban doce veces al año, una vez por mes, y sus hojas servían para sanar a los pueblos.

Ya no habrá allí ninguna maldición. El trono de Dios y del Cordero estará en la Ciudad, y sus servidores lo adorarán. Ellos contemplarán su rostro y llevarán su Nombre en la frente. Tampoco existirá la noche, ni les hará falta la luz de las, lámparas ni la luz del sol, porque el Señor Dios los iluminará, y ellos reinarán por los siglos de los siglos.

Después me dijo: “Estas palabras son verdaderas y dignas de crédito. El Señor Dios que inspira a los profetas envió a su mensajero para mostrar a sus servidores lo que tiene que suceder pronto.

¡Volveré pronto! Feliz el que conserva fielmente las palabras proféticas de este Libro”.

SALMO RESPONSORIAL      94, 1-7

R/. ¡Ven, Señor Jesús!

¡Vengan, cantemos con júbilo al Señor, aclamemos a la Roca que nos salva! ¡Lleguemos hasta Él dándole gracias, aclamemos con música al Señor! 

Porque el Señor es un Dios grande, el soberano de todos los dioses: en su mano están los abismos de la tierra, y son suyas las cumbres de las montañas; suyo es el mar, porque Él lo hizo, y la tierra firme, que formaron sus manos. 

¡Entren, inclinémonos para adorarlo! ¡Doblemos la rodilla ante el Señor que nos creó! Porque Él es nuestro Dios, y nosotros, el pueblo que Él apacienta, las ovejas conducidas por su mano. 

ACLAMACIÓN AL EVANGELIO    Lc 21, 36

Aleluya.

Estén prevenidos y oren incesantemente. Así podrán comparecer seguros ante el Hijo del hombre. Aleluya.

EVANGELIO

Estén prevenidos, para quedar a salvo de todo lo que ha de ocurrir.

+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas     21, 34-36

Jesús hablaba a sus discípulos acerca de su venida:

Tengan cuidado de no dejarse aturdir por los excesos, la embriaguez y las preocupaciones de la vida, para que ese día no caiga de improviso sobre ustedes como una trampa, porque sobrevendrá a todos los hombres en toda la tierra.

Estén prevenidos y oren incesantemente, para quedar a salvo de todo lo que ha de ocurrir. Así podrán comparecer seguros ante el Hijo del hombre.


ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS 

Escucha, Señor, la oración de tu pueblo y acepta nuestras ofrendas, para que, por intercesión de la santísima Virgen María, Madre de tu Hijo, sea atendido todo deseo y escuchada toda petición. Por Jesucristo, nuestro Señor. 

Antífona de comunión Cf. Lc 11, 27 

Feliz la Virgen María, que llevó en su seno al Hijo del Padre eterno. 

ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN 

Después de recibir los sacramentos celestiales, te suplicamos, Dios nuestro, que cuantos nos alegramos en la celebración de la santísima Virgen María, a ejemplo suyo, colaboremos dignamente en el misterio de nuestra redención. Por Jesucristo, nuestro Señor. 

TIEMPO DE ADVIENTO

Año Litúrgico 2022-2023

Ciclo "A", Impar

El año litúrgico comienza proyectando la mirada de la Iglesia hacia delante. No sólo hacia el nacimiento de Jesús, el Hijo de Dios, ya acontecido en la historia, que conmemoramos cada 25 de diciembre, sino también hacia lo que está aún por acontecer: su venida definitiva. Esperamos, así, el nacimiento de Jesús en Belén (memorial, situado en el pasado) y también su segunda venida, la definitiva, para instaurar en plenitud el Reinado de Dios (histórica, situada en el futuro). Es la “doble espera” del Adviento, que tiene nombre propio: Esperanza. Una esperanza activa, confiada y alegre en la llegada del Señor, que nació y vivió entre nosotros, que está siempre viniendo, que “es, que viene y que vendrá” al fin de los tiempos. A través de los signos y textos propios de la riquísima liturgia de este tiempo breve pero denso, la Iglesia expresa su fe en la encarnación y en la venida escatológica de Cristo.

En el pasado el Adviento tenía carácter penitencial, del cual quedan dos signos: el color morado de los ornamentos y la supresión del canto del “Gloria” hasta la misa de Navidad. Pero lo más propio de él es ser un tiempo de gozo, de expectativa confiada. Tal como la Cuaresma, en el Adviento también está presente la idea de la conversión, que es necesaria antes de todo momento fuerte de la fe. Su ritmo litúrgico está dado por los cuatro domingos de Adviento, que culminan en la solemnidad de la Natividad del Señor, el 25 de diciembre. Este ritmo tiene una elocuente expresión en el signo de la corona de Adviento, en la que se van encendiendo uno, dos, tres y cuatro cirios, para significar la luz que crece hasta el nacimiento de Cristo, “Luz verdadera”. Comienza con las primeras vísperas del domingo que cae el 27 de noviembre o es el más próximo a ese día, y termina antes de las primeras vísperas de Navidad. Tiene dos períodos: el primero que va desde el inicio hasta el 16 de diciembre, más orientado a la espera escatológica, y el segundo desde el 17 de diciembre hasta la Navidad, más orientado a la memoria del nacimiento de Jesús.

Además de Jesucristo, las figuras principales del Adviento son, en primer lugar María, la Virgen de la espera, luego Juan Bautista, el profeta que anuncia al Mesías esperado, y algunos de los grandes profetas de Israel: Isaías, Jeremías, Baruc, Sofonías y Miqueas. 


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