Ser discípulos y misioneros de Jesucristo significa partir, escuchar la palabra del Señor y salir de nosotros mismos para ir al encuentro de los otros. El Señor envió a sus discípulos sin alforja y sin dinero, como signo de que en las cosas del Señor sólo Él basta.
Ser discípulos del Señor nos llena de alegría, pues sólo en Él encontramos respuesta a todas nuestras inquietudes; nuestros corazones en Él encuentran descanso cuando acogiendo la palabra acogemos su llamado y cumplimos su voluntad.
En este domingo en donde el Señor envía sus discípulos, pidámosle “que siempre nos dé el fuego de su santo espíritu, para que ilumine nuestras mentes y despierte en nosotros el deseo de contemplarlo, el amor a los hermanos, sobre todo a los más necesitados, que todos tengamos ardor por anunciarlo”.
Discípulos y misioneros tuyos, queremos remar mar adentro para que nuestros pueblos tengan en ti vida abundante, y con solidaridad construyamos la fraternidad y la paz. Señor Jesús, ¡ven y envíanos! María, madre de la Iglesia, ruega por nosotros. Amén.