I. PREPARÉMONOS PARA EL ENCUENTRO CON EL SEÑOR:
Oración Inicial:
Iniciamos el encuentro con el Señor, orando con el Salmo 89
Antífona
R/. Por la mañana, sácianos de tu misericordia, Señor.
Señor, tú has sido nuestro refugio de generación en generación.
Antes que naciesen los montes o fuera engendrado el orbe de la tierra, desde siempre y por siempre tú eres Dios.
Tú reduces el hombre a polvo, diciendo: retornad, hijos de Adán. Mil años en tu presencia son un ayer, que pasó; una vela nocturna.
Los siembras año por año, como hierba que se renueva: que florece y se renueva por la mañana, y por la tarde la siegan y se seca.
¡Cómo nos ha consumido tu cólera y nos ha trastornado tu indignación! Pusiste nuestras culpas ante ti, nuestros secretos ante la luz de tu mirada: y todos nuestros días pasaron bajo tu cólera, y nuestros años se acabaron como un suspiro.
Aunque uno viva setenta años, y el más robusto hasta ochenta, la mayor parte son fatiga inútil, porque pasan aprisa y vuelan.
¿Quién conoce la vehemencia de tu ira, quién ha sentido el peso de tu cólera? Enséñanos a calcular nuestros años, para que adquiramos un corazón sensato. Vuélvete, Señor, ¿hasta cuándo? Ten compasión de tus siervos; por la mañana sácianos de tu misericordia, y toda nuestra vida será alegría y júbilo.
Danos alegría, por los días en que nos afligiste, por los años en que sufrimos desdichas. Que tus siervos vean tu acción y sus hijos tu gloria.
Baje a nosotros la bondad del Señor y haga prósperas las obras de nuestras manos.
Invocación al Espíritu Santo
Ven, Espíritu de Dios;
ven, Espíritu de amor (ven, de amor);
ven a llenar el corazón,
une los pueblos de la tierra.
Envíanos, Señor, esa fuerza de tu amor,
que penetre el corazón y conceda
bendición a los hombres en la tierra y al
resto de tu creación; a los pueblos que
esperan tu salvación;
Alaben, pueblos todos,
las obras de nuestro Dios.
Bendigan las naciones al Señor
II. OREMOS CON LA PALABRA DE DIOS:
LECTURA (Lectio): ¿Qué dice la Palabra? María visita a Su prima Isabel que va a dar a luz en Su vejez. Isabel alaba a María, y esta alaba a Dios con el Magnificat.
Texto bíblico: Lc 1, 39-56
MEDITACIÓN (Meditatio): ¿Qué me dice la Palabra? ¿Nos apresuramos como María ante las necesidades de los demás? ¿A qué nos invita la actitud de María? ¿Alabamos a Dios por todos lo que día a día nos concede?
ORACIÓN (Oratio): ¿Qué le digo a Dios con esta Palabra? Pidamos al Señor que nos permita verlo en nuestros acontecimientos cotidianos y alabarlo siempre por Su gracia y compañía.
CONTEMPLACIÓN (Contemplatio): Gusta a Dios internamente en tu corazón.
En profundo silencio contemplemos la realidad que nos rodea y tratemos de descubrir donde podemos actuar como cristianos.
III. PROFUNDICEMOS CON LOS PADRES DE LA IGLESIA
De los libros de las Morales de san Gregorio Magno, papa, sobre el libro de Job
CONFLICTOS POR FUERA, TEMORES POR DENTRO
Los santos varones, al hallarse involucrados en el combate de las tribulaciones, teniendo que soportar al mismo tiempo a los que atacan y a los que intentan seducirlos, se defienden de los primeros con el escudo de Su paciencia, atacan a los segundos arrojándoles los dardos de Su doctrina, y se ejercitan en una y otra clase de lucha con admirable fortaleza de espíritu, en cuanto que por dentro oponen una sabia enseñanza a las doctrinas desviadas, y por fuera desdeñan sin temor las cosas adversas; a unos corrigen con Su doctrina, a otros superan con Su paciencia. Padeciendo, superan a los enemigos que se alzan contra ellos; compadeciendo, retornan al camino de la salvación a los débiles; a aquellos les oponen resistencia, para que no arrastren a los demás; a éstos les ofrecen Su solicitud, para que no pierdan de| todo el camino de la rectitud.
Veamos cómo lucha contra unos y otros el soldado de la milicia de Dios. Dice san Pablo: Conflictos por fuera, temores por dentro. Y enumera estas dificultades exteriores diciendo: Con peligros en los ríos, peligros de bandidos, peligros, de parte, de los de mi raza, peligros de parte de los paganos, peligros en las ciudades, peligros en el desierto, peligros en el mar, peligros de parte de falsos hermanos. Y añade cuáles son los dardos que asesta contra el adversario, en semejante batalla: Con trabajos y fatigas, con muchas noches sin dormir, con hambre y con sed, con ayunos frecuentes, con frío y sin ropa.
Pero, en medio de tan fuertes batallas, nos dice también cuánta es la vigilancia con que protege el campamento, ya que, añade a continuación: Y, además de muchas otras cosas, la responsabilidad que pesa sobre mí diariamente, mi preocupación por todas las Iglesias. Además de la fuerte batalla que él ha de sostener, se dedica compasivamente a la defensa de| prójimo. Después de explicarnos los males que ha de sufrir, añade los bienes que comunica a los otros.
Pensemos lo gravoso que ha de ser tolerar las adversidades, por fuera, y proteger a los débiles, por dentro, todo ello al mismo tiempo. Por fuera sufre ataques, porque es azotado, atado con cadenas; por dentro sufre por el temor de que sus padecimientos sean un obstáculo no para él, sino para sus discípulos. Por esto les escribe también: Nadie vacile a causa de estas tribulaciones. Ya sabéis que éste es nuestro destino. Él temía que sus propios padecimientos fueran ocasión de caída para los demás, que los discípulos, sabiendo que él había sido azotado por causa de la fe, se hicieran atrás en la profesión de Su fe.
¡Oh inmenso y entrañable amor! Desdeñando lo que él padece, se preocupa de que los discípulos no padezcan en Su interior desviación alguna. Menospreciando las heridas de Su cuerpo, cura las heridas, internas de los demás. Es éste un distintivo de| hombre justo, que, aun en medio de sus dolores y tribulaciones, no deja de preocuparse por los demás; sufre con paciencia sus propias aflicciones, sin abandonar por ello la instrucción que prevé necesaria para los demás, obrando así como el médico magnánimo cuando está él mismo enfermo. Mientras sufre las desgarraduras de u propia herida, no deja de proveer a los otros el remedio saludable.
Padre nuestro
Oración
Concédenos, Dios todopoderoso, que la constante meditación de tu doctrina nos impulse a hablar y a actuar siempre según tu voluntad. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.