I. PREPARÉMONOS PARA EL ENCUENTRO CON EL SEÑOR:
Oración Inicial:
Iniciamos el encuentro con el Señor, orando con el Salmo 8.
Antífona
R/. Sé nuestra ayuda, Dios único y todopoderoso, Padre, Hijo y Espíritu Santo.
Señor, dueño nuestro, ¡qué admirable es tu nombre en toda la tierra!
Ensalzaste tu majestad sobre los cielos. De la boca de los niños de pecho has sacado una alabanza contra tus enemigos, para reprimir al adversario y al rebelde.
Cuando contemplo el cielo, obra de tus manos; la luna y las estrellas que has creado, ¿qué es el hombre, para que te acuerdes de él; el ser humano, para darle poder?
Lo hiciste poco inferior a los ángeles, lo coronaste de gloria y dignidad, le diste el mando sobre las obras de tus manos, todo lo sometiste bajo sus pies:
rebaños de ovejas y toros, y hasta las bestias del campo, las aves del cielo, los peces del mar, que trazan sendas por las aguas.
Señor, dueño nuestro, ¡qué admirable es tu nombre en toda la tierra!
Invocación al Espíritu Santo
Espíritu del Señor,
Espíritu que sorprende cuando llega
y hace brotar la Vida,
haz fértil mi campo.
Lejos de ti la fuerza y el poder
que usan los hombres,
mas tu presencia
es más fuerte y potente
que cualquier riqueza de este mundo.
Ven y concédeme tu plenitud;
ven, que mis sentidos te acojan;
ven, que mi espíritu se goce contigo;
ven, que mi hambre se satisfaga en tus dones.
Ven, Vida de mi vida.
Amén.
II. OREMOS CON LA PALABRA DE DIOS:
LECTURA (Lectio): ¿Qué dice la Palabra? Ante la incredulidad de la multitud, Jesús afirma que ha venido del cielo y que es el pan de vida.
Texto bíblico: Jn 6, 41-51
MEDITACIÓN (Meditatio): ¿Qué me dice la Palabra? ¿Confiamos plenamente en la palabra de Jesús? ¿Cómo manifestamos que Él es camino de vida eterna?
ORACIÓN (Oratio): ¿Qué le digo a Dios con esta Palabra? Abramos nuestros corazones al Padre pidiéndole que nuestra fe crezca y que siempre estemos dispuestos a hacer Su voluntad.
CONTEMPLACIÓN (Contemplatio): Gusta a Dios internamente en tu corazón.
Pongamos ante nosotros los momentos difíciles de nuestras vidas y verifiquemos si cuando los superamos el Señor ha estado presente para lograrlo.
III. PROFUNDICEMOS CON LOS PADRES DE LA IGLESIA
De los Comentarios de san Agustín, obispo, sobre los salmos.
VENID, SUBAMOS AL MONTE DEL SEÑOR.
Lo que habíamos oído lo hemos visto. ¡Oh bienaventurada Iglesia! En un tiempo oíste, en otro viste. Oíste en el tiempo de las promesas, viste en el tiempo de su realización; oíste en el tiempo de las profecías, viste en el tiempo del Evangelio. En efecto, todo lo que ahora se cumple había sido antes profetizado. Levanta, pues, tus ojos y esparce tu mirada por todo el mundo; contempla la heredad del Señor difundida ya hasta los confines del orbe; ve cómo se ha cumplido ya aquella predicción: Que se postren ante él todos los reyes, y que todos los pueblos le sirvan. Y aquella otra: Elévate sobre el cielo, Dios mío, y llene la tierra tu gloria. Mira a aquel cuyas manos y pies fueron traspasados por los clavos, cuyos huesos pudieron contarse cuando pendía en la cruz, cuyas vestiduras fueron sorteadas; mira cómo reina ahora el mismo que ellos vieron pendiente de la cruz. Ve cómo se cumplen aquellas palabras: Lo recordarán y volverán al Señor hasta de los confines del orbe; en su presencia se postrarán las familias de los pueblos. Y viendo esto, exclama llena de gozo: Lo que habíamos oído lo hemos visto.
Con razón se aplican a la Iglesia llamada de entre los gentiles las palabras del salmo: Escuchas, hija, mira: olvida tu pueblo y la casa paterna. Escucha y mira: primero escuchas lo que no ves, luego verás lo que escuchaste. Un pueblo extraño -dice otro salmo- fue mi vasallo; me escuchaban y me obedecían. Si obedecían porque escuchaban es señal de que no veían. ¿Y cómo hay que entender aquellas palabras: Verán algo que no les ha sido anunciado y entenderán sin haber oído? Aquellos a los que no habían sido enviados, los profetas, los que anteriormente no pudieron oírlos, luego, cuando los oyeron, los entendieron y se llenaron de admiración. Aquellos otros, en cambio, a los que habían sido enviados, aunque tenían sus palabras por escrito, se quedaron en ayunas de su significado y, aunque tenían las tablas de la ley, no poseyeron la heredad. Pero nosotros los que habíamos oído lo hemos visto.
En la ciudad del Señor de los ejércitos, en la ciudad de nuestro Dios. Aquí es donde hemos oído y visto. Dios la ha fundado para siempre. No se engrían los que dicen: El Mesías está aquí o allí. El que dice: Está aquí o allí induce a división. Dios ha prometido la unidad: los reyes se alían, no se dividen en facciones. Y esta ciudad, centro de unión del mundo, no puede en modo alguno ser destruida: Dios la ha fundado para siempre. Por tanto, si Dios la ha fundado para siempre, no hay temor de que cedan sus cimientos.
Padre nuestro
Oración
Dios nuestro, que con el escándalo de la cruz has manifestado de una manera admirable tu sabiduría escondida, concédenos contemplar, con tal plenitud de fe, la gloria de la pasión de tu Hijo, que encontremos siempre nuestra gloria en su cruz. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.