Departamento de Liturgia del Arzobispado de Santiago
 
 
 
Eucaristía del Domingo 01 de Septiembre de 2024
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Domingo vigesimosegundo del tiempo ordinario
Salterio II
Color: verde

INTRODUCCIÓN

Después de terminado el discurso del Pan de Vida, en el capítulo 6 de san Juan, volvemos a Marcos, nuestro Evangelista guía de este año.

El hombre de ayer, de hoy y de siempre se siente tentado a hacer de la ley de Dios, algo insoportable, ya los fariseos habían agregado a los diez mandamientos otros tantos preceptos que ahogaban al pueblo desvirtuando el sentido más profundo de la ley de Dios como medio, un camino para alcanzar la santidad, la verdadera libertad.

Jesús da un paso más, hace descubrir que la fidelidad a Dios y a sus mandamientos, consiste en la disposición y pureza del corazón.

“Ninguna cosa externa que entra en el hombre puede mancharlo: lo que lo hace impuro es aquello que sale del hombre...”.

Jesús decía “Bienaventurado los limpios de corazón porque ellos verán a Dios”, es la invitación constante de Jesús que invita a purificar el interior, porque del interior sale

todo lo que hace impuro al hombre.

Hoy, estamos invitados a alcanzar esa purificación, la de nuestro interior, la del corazón, para poder acoger el amor y la misericordia de Dios que viene a nosotros en el don de su Hijo Jesucristo.

Así no nos disculparemos tras los preceptos inventados por nosotros los hombres y realizaremos aquella religiosidad pura y sin mancha delante de Dios, nuestro Padre, que el apóstol Santiago nos recomienda en la segunda lectura.

Que siempre se pueda decir de nosotros los cristianos: “Realmente es un pueblo sabio y prudente esta gran nación”, que nos vean siempre obedientes al mandato del Señor: Amor a Dios y al prójimo.

Antífona de entrada             Cf. Sal 85, 3. 5 

Ten piedad de mí, Señor, porque te invoco todo el día. Tú, Señor, eres bueno e indulgente, rico en misericordia con aquellos que te invocan. 

Gloria

ORACIÓN COLECTA

Dios todopoderoso, de quien procede todo bien perfecto, infunde en nuestros corazones el amor de tu nombre, para que, haciendo más religiosa nuestra vida, acrecientes en nosotros lo que es bueno y lo conserves constantemente. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo, y es Dios, por los siglos de los siglos. 


PRIMERA LECTURA

No añadan nada a lo que yo les ordeno... observen los mandamientos del Señor.

Lectura del libro del Deuteronomio   4, 1-2. 6-8

Moisés habló al pueblo, diciendo:

Y ahora, Israel, escucha los preceptos y las leyes que yo les enseño para que las pongan en práctica. Así ustedes vivirán y entrarán a tomar posesión de la tierra que les da el Señor, el Dios de sus padres. No añadan ni quiten nada de lo que yo les ordeno. Observen los mandamientos del Señor, su Dios, tal como yo se los prescribo.

Obsérvenlos y pónganlos en práctica, porque así serán sabios y prudentes a los ojos de los pueblos, que al oír todas estas leyes, dirán:

¡Realmente es un pueblo sabio y prudente esta gran nación!

¿Existe acaso una nación tan grande que tenga sus dioses cerca de ella, como el Señor, nuestro Dios, está cerca de nosotros siempre que lo invocamos? ¿Y qué gran nación tiene preceptos y costumbres tan justas como esta Ley que hoy promulgo en presencia de ustedes?

SALMO RESPONSORIAL   14, 2-5

R/Señor, ¿quién habitará en tu Casa?

El que procede rectamente y practica la justicia; el que dice la verdad de corazón y no calumnia con su lengua.

El que no hace mal a su prójimo ni agravia a su vecino, el que no estima a quien Dios reprueba y honra a los que temen al Señor.

El que no se retracta de lo que juró, aunque salga perjudicado. El que no presta su dinero a usura ni acepta soborno contra el inocente. El que procede así, nunca vacilará.

SEGUNDA LECTURA

Pongan en práctica la Palabra.

Lectura de la carta de Santiago 1, 17-18. 21b-22. 27

Queridos hermanos:

Todo lo que es bueno y perfecto es un don de lo alto y desciende del Padre de los astros luminosos, en quien no hay cambio ni sombra de declinación. Él ha querido engendrarnos por su Palabra de verdad, para que seamos como las primicias de su creación.

Reciban con docilidad la Palabra sembrada en ustedes, que es capaz de salvarlos. Pongan en práctica la Palabra y no se contenten sólo con oírla, de manera que se engañen a ustedes mismos.

La religiosidad pura y sin mancha delante de Dios, nuestro Padre, consiste en ocuparse de los huérfanos y de las viudas cuando están necesitados, y en no contaminarse con el mundo.

ACLAMACIÓN AL EVANGELIO   Sant 1, 18

Aleluya.

El Padre ha querido engendrarnos por su Palabra de verdad, para que seamos como las primicias de su creación. Aleluya.

EVANGELIO

Dejan de lado el mandamiento de Dios, por seguir la tradición de los hombres.

+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Marcos 7, 1-8. 14-15. 21-23

Los fariseos con algunos escribas llegados de Jerusalén se acercaron a Jesús, y vieron que algunos de sus discípulos comían con las manos impuras, es decir, sin lavar.

Los fariseos, en efecto, y los judíos en general, no comen sin lavarse antes cuidadosamente las manos, siguiendo la tradición de sus antepasados; y al volver del mercado, no comen sin hacer primero las abluciones. Además, hay muchas otras prácticas, a las que están aferrados por tradición, como el lavado de los vasos, de las jarras, de la vajilla de bronce y de las camas.

Entonces los fariseos y los escribas preguntaron a Jesús: ¿Por qué tus discípulos no proceden de acuerdo con la tradición de nuestros antepasados, sino que comen con las manos impuras?

Él les respondió: ¡Hipócritas! Bien profetizó de ustedes Isaías, en el pasaje de la Escritura que dice:

“Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí.

En vano me rinde culto: las doctrinas que enseñan no son sino preceptos humanos”.

Ustedes dejan de lado el mandamiento de Dios, por seguir la tradición de los hombres.

Y Jesús, llamando otra vez a la gente, les dijo: Escúchenme todos y entiéndanlo bien. Ninguna cosa externa que entra en el hombre puede mancharlo; lo que lo hace impuro es aquello que sale del hombre. Porque es del interior, del corazón de los hombres, de donde provienen las malas intenciones, las fornicaciones, los robos, los homicidios, los adulterios, la avaricia, la maldad, los engaños, las deshonestidades, la envidia, la difamación, el orgullo, el desatino. Todas estas cosas malas proceden del interior y son las que manchan al hombre”.

Credo


ORACIÓN DE LOS FIELES

Pidamos, hermanos, al Señor que incline su oído hacia el pueblo que le suplica:

Tengamos presente, hermanos, en nuestras oraciones a la Iglesia santa, católica y apostólica, para que el Señor la haga crecer en la fe, la esperanza y la caridad.

Oremos también por los pecadores, por los encarcelados, por los enfermos y por los que están lejos de sus hogares, para que el Señor los proteja, los libere, les devuelva la salud y los consuele.

Oremos también por las almas de todos los difuntos, para que Dios, en su bondad, quiera admitirlos en el coro de los santos y de los elegidos.

Pidamos también por los que nos disponemos a celebrar la Eucaristía, para que el Señor perdone las culpas de los que vamos a participar de sus sacramentos, otorgue sus premios a los que ejercerán los diversos ministerios y dé la salvación a todos aquellos por los que ofrecemos nuestro sacrificio.

Mira, Señor, a tu familia, reunida el Domingo para celebrar la resurrección de tu Hijo, y escucha con benevolencia sus súplicas: no permitas que te honremos solo con los labios, mientras nuestro corazón está lejos de ti, ni que, dejando a un lado el mandamiento de Dios, nos aferremos a la tradición de los hombres. Por Jesucristo, nuestro Señor.

ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS 

Te pedimos, Dios nuestro, que esta ofrenda sagrada nos alcance tu bendición salvadora y se cumpla en nosotros lo que celebramos en esta liturgia. Por Jesucristo, nuestro Señor. 

Antífona de comunión Sal 30, 20

Qué grande es tu bondad, Señor. Tú la reservas para tus fieles. 

ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN 

Saciados con el pan de la mesa celestial, te suplicamos, Padre, que este alimento de nuestra caridad nos fortalezca y nos impulse a servirte en los hermanos. Por Jesucristo, nuestro Señor. 


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