Departamento de Liturgia del Arzobispado de Santiago
 
 
 
Eucaristía del Domingo 10 de Marzo de 2024
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Domingo cuarto de Cuaresma

Salterio IV

Color: morado

INTRODUCCIÓN

En el largo camino de la historia de salvación, el pueblo de Dios tiene duras pero saludables experiencias. El Señor permite que Israel por su infidelidad pierda su tierra y vea destruido el Templo de Jerusalén. Y más aún, tenga que experimentar el exilio. La misericordia de Dios hará que este pueblo vuelva a su tierra haciendo renacer una alegre esperanza.

También con nosotros que somos el nuevo pueblo de Dios, el Señor se muestra rico en misericordia liberándonos de la muerte del pecado y haciéndonos revivir en la gracia de Cristo Salvador, pero Él exige de nosotros una respuesta de amor, llena de buenas obras que adquieren un valor eterno en nuestra comunión con Él. El Señor Jesús le había mostrado a Nicodemo la necesidad del bautismo que es el nuevo nacimiento del agua y del espíritu, y de esa manera se puede experimentar los efectos de la Redención. Solamente en Cristo en cuyo nombre somos bautizados, es posible encontrar la salvación. Unidos a la muerte del Señor morimos al pecado y unidos a su gloria conseguimos la vida eterna. El pueblo elegido había sido castigado por sus pecados con una invasión de serpientes venenosas. Se salvaban mirando con fe y arrepentimiento una serpiente de bronce que Dios había hecho erigir a Moisés. El Señor no se alegra por la muerte de los vivientes, somos nosotros los que elegimos libremente el pecado. Estamos invitados a levantar nuestras cabezas y encontrar en el crucificado el perdón por nuestros pecados. Mirando a Cristo en la cruz con arrepentimiento, con fe, obtendremos la salvación que anhelamos. De esa Cruz pende la salvación del mundo.

Antífona de entrada Cf. Is 66, 10-11 

Alégrese, Jerusalén, y que se congreguen cuantos la aman. Compartan su alegría los que estaban tristes, vengan a saciarse con su felicidad. 

ORACIÓN COLECTA

Dios nuestro, que reconcilias maravillosamente al género humano por tu Palabra hecha carne; te pedimos que el pueblo cristiano se disponga a celebrar las próximas fiestas pascuales con una fe viva y una entrega generosa. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo, y es Dios, por los siglos de los siglos.


PRIMERA LECTURA

La indignación y la misericordia de Dios se manifiestan en el exilio y en la liberación de su pueblo.

Lectura del segundo libro de las Crónicas 36, 14-16. 19-23

Todos los jefes de Judá, los sacerdotes y el pueblo multiplicaron sus infidelidades, imitando todas las abominaciones de los paganos, y contaminaron el Templo que el Señor se había consagrado en Jerusalén. El Señor, el Dios de sus padres, les llamó la atención constantemente por medio de sus mensajeros, porque tenía compasión de su pueblo y de su Morada. Pero ellos escarnecían a los mensajeros de Dios, despreciaban sus palabras y ponían en ridículo a sus profetas, hasta que la ira del Señor contra su pueblo subió a tal punto, que ya no hubo más remedio.

Los caldeos quemaron la Casa de Dios, demolieron las murallas de Jerusalén, prendieron fuego a todos sus palacios y destruyeron todos sus objetos preciosos. Nabucodonosor deportó a Babilonia a los que habían escapado de la espada y estos se convirtieron en esclavos del rey y de sus hijos hasta el advenimiento del reino persa. Así se cumplió la palabra del Señor, pronunciada por Jeremías: La tierra descansó durante todo el tiempo de la desolación, hasta pagar la deuda de todos sus sábados, hasta que se cumplieron setenta años.

En el primer año del reinado de Ciro, rey de Persia, para que se cumpliera la palabra del Señor pronunciada por Jeremías, el Señor despertó el espíritu de Ciro, el rey de Persia, y este mandó proclamar de viva voz y por escrito en todo su reino: Así habla Ciro, rey de Persia: El Señor, el Dios del cielo, me ha dado todos los reinos de la tierra y Él me ha encargado que le edifique una Casa en Jerusalén, de Judá. Si alguno de ustedes pertenece a ese pueblo, ¡que el Señor, su Dios, lo acompañe y que suba!

SALMO RESPONSORIAL    136, 1-6

R/. ¡Que no me olvide de ti, ciudad de Dios!

Junto a los ríos de Babilonia, nos sentábamos a llorar, acordándonos de Sión. En los sauces de las orillas teníamos colgadas nuestras citaras.

Allí nuestros carceleros nos pedían cantos, y nuestros opresores, alegría: ¡Canten para nosotros un canto de Sión!

¿Cómo podríamos cantar un canto del Señor en tierra extranjera? Si me olvidara de ti, Jerusalén, que se paralice mi mano derecha.

Que la lengua se me pegue al paladar si no me acordara de ti, si no pusiera a Jerusalén por encima de todas mis alegrías.

SEGUNDA LECTURA

Muertos a causa de nuestros pecados, ustedes han sido salvados por su gracia.

Lectura de la carta del Apóstol san Pablo a los cristianos de Éfeso 2, 4-10

Hermanos:

Dios, que es rico en misericordia, por el gran amor con que nos amó, precisamente cuando estábamos muertos a causa de nuestros pecados, nos hizo revivir con Cristo -¡ustedes han sido salvados gratuitamente!- y con Cristo Jesús nos resucitó y nos hizo reinar con Él en el cielo.

Así, Dios ha querido demostrar a los tiempos futuros la inmensa riqueza de su gracia por el amor que nos tiene en Cristo Jesús.

Porque ustedes han sido salvados por su gracia, mediante la fe. Esto no proviene de ustedes, sino que es un don de Dios; y no es el resultado de las obras, para que nadie se gloríe.

Nosotros somos creación suya: fuimos creados en Cristo Jesús, a fin de realizar aquellas buenas obras, que Dios preparó de antemano para que las practicáramos.

ACLAMACIÓN AL EVANGELIO Jn 3, 16

Dios amó tanto al mundo, que, entregó a su Hijo único, para que todo el que crea en Él tenga Vida eterna.

EVANGELIO

Dios envió a su Hijo para que el mundo se salve por Él.

+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan 3, 14-21

Dijo Jesús:

De la misma manera que Moisés levantó en alto la serpiente en el desierto, también es necesario que el Hijo del hombre sea levantado en alto, para que todos los que creen en Él tengan Vida eterna.

Sí, Dios amó tanto al mundo, que entregó a su Hijo único para que todo el que cree en Él no muera, sino que tenga Vida eterna. Porque Dios no envió a su Hijo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por Él. El que cree en Él, no es condenado; el que no cree, ya está condenado, porque no ha creído en el Nombre del Hijo único de Dios. En esto consiste el juicio: la luz vino al mundo, y los hombres prefirieron las tinieblas a la luz, porque sus obras eran malas. Todo el que obra mal odia la luz y no se acerca a ella, por temor de que sus obras sean descubiertas.

En cambio, el que obra conforme a la verdad se acerca a la luz, para que se ponga de manifiesto que sus obras han sido hechas en Dios.

Credo


Oración Universal

Oremos, hermanos, al Señor, que no desea la muerte del pecador, sino que se convierta y viva, y pidámosle que tenga misericordia de su pueblo penitente:

Para que Dios aumente la fe y fortalezca la voluntad de los que se preparan a recibir en estos días cuaresmales el sacramento de la penitencia y les conceda un verdadero arrepentimiento de sus culpas, roguemos al Señor.

Para que el Señor abra la inteligencia y el corazón de los incrédulos, de manera que lleguen al conocimiento de la verdad, y en la fe encuentren aquel descanso que tanto desea su corazón, roguemos al Señor.

Para que Dios conceda su ayuda a los enfermos, a los pobres, a los que se sienten tentados y a todos aquellos que con su sufrimiento participan de la cruz de Cristo, roguemos al Señor.

Para que todos nosotros perseveremos en el esfuerzo cuaresmal y lleguemos, purificados e iluminados, a las fiestas de Pascua que se acercan, roguemos al Señor.

Dios bueno y fiel, que nunca dejas de llamar a los que se extravían para que se conviertan y vuelvan a ti y, en tu Hijo elevado sobre la cruz, nos curas de las heridas del Maligno, escucha nuestras oraciones y concédenos tu gracia, para que, renovados en el Espíritu, podamos corresponder a los dones de tu amor. Por Jesucristo, nuestro Señor.

ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS 

Te presentamos con alegría, Señor, estos dones para la salvación eterna; ayúdanos a celebrarlos con fidelidad y a ofrecerlos dignamente por la redención del mundo. Por Jesucristo, nuestro Señor. 

PREFACIO 

En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno, por Cristo, Señor nuestro. 

Él mismo, por el misterio de la encarnación, llevó hasta la luz de la fe a los que caminaban en las tinieblas, e hizo renacer a los que habían nacido en la esclavitud del pecado convirtiéndolos en hijos adoptivos por el bautismo. 

Por eso, Padre, te adoran el cielo y la tierra entonando un canto nuevo, y nosotros con todos los ángeles te alabamos, diciendo sin cesar: 

Santo, Santo, Santo …

Antífona de comunión  Cf. Sal 121, 3-4 

Jerusalén, que fuiste construida como ciudad bien compacta y armoniosa. Allí suben las tribus, las tribus del Señor, para celebrar el nombre del Señor. 

ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN 

Padre, que iluminas a todo hombre que viene a este mundo, te pedimos que alumbres nuestros corazones con el esplendor de tu gracia, para que nuestros pensamientos sean dignos de ti y aprendamos a amarte de todo corazón. Por Jesucristo, nuestro Señor. 


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