La imagen de la vid y de los sarmientos nos ilumina la unión de los creyentes con Cristo. La savia de Cristo es Dios mismo. Entroncándonos a Él entramos en comunión con Dios. Cristo es el camino, gracias a Él tenemos la puerta abierta para vivir en Dios. De esa manera damos fruto abundante. Si el cristiano quiere amar, no de palabras, sino con obras, deberá permanecer en Cristo, verdadera vid. Pablo ofrece en su vida el mejor ejemplo: alcanzado por Cristo, es podado primero y trasformado en el sufrimiento de una profunda conversión para dar verdadero fruto y, desde entonces, pondrá su vida entera a disposición del que le escogió como instrumento para la salvación de los hombres. La caridad evangélica, fruto del espíritu era y es el signo distintivo de todo cristiano. Una caridad auténtica que prolonga en nosotros el amor de Dios manifestado en el Hijo. Una caridad como la de Cristo muerto por nosotros, a prueba de hechos. Permanecer en el amor significa observar los mandamientos divinos y el mandato propio de Cristo es el de la caridad fraterna.